sábado, 26 de septiembre de 2015

Un país que devora periódicamente a sus jóvenes


Los dioses nos robaron el tesoro
de esas almas de niños que se abrían
a la vida y al bien, cantando en coro...
Allí fue... la mañana era de oro,
Septiembre estaba en flor... ¡y ellos morían!
Amado Nervo
El 13 de septiembre de 1847,  a más de un año de haber comenzado la invasión al territorio mexicano, el ejército estadounidense avanzó sobre la capital de México. Aunque la resistencia era inútil, el gobierno mexicano se negaba a rendirse. Se produjo así la batalla de Chapultepec, en la que seis cadetes del colegio militar entre 14 y 20 años perecieron en combate. El ejército mexicano estaba colapsado, sin dirección y sin rumbo, por eso los cadetes tuvieron que hacer frente al invasor. Dos días más tarde la bandera de las barras y las estrellas ondeaba en el Palacio Nacional de la Ciudad de México. En febrero de 1848 se firmó el tratado de Guadalupe-Hidalgo, por el que México perdió los territorios que comprenden los actuales estados de California, Nuevo México, Texas, Utah, Nevada y partes de Arizona, Colorado, Kansas, Oklahoma y Wyoming.  
De los más de 20 mil muertos que provocó la invasión, los seis cadetes se convirtieron en el símbolo de la disparidad de fuerzas y recursos, metáfora de un poder gigante que aplastaba a una nación imberbe. La historia oficial los recuerda como los niños héroes, aunque en realidad no fueron lo uno ni lo otro; se trataba de jóvenes sacrificados por un gobierno fantasmagórico que, si bien era incapaz de organizarse para presentar una defensa unificada, estaba dispuesto a pelear hasta las últimas consecuencias por un concepto abstracto de honor nacional. A principios del siglo XX el escritor Amado Nervo les dedicó el poema  “Los niños mártires de Chapultepec”,  cuyo verso más recordado es: “Septiembre estaba en flor... ¡y ellos morían!”.
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El 23 de septiembre de 1965 trece guerrilleros del Grupo Popular Guerrillero tomaron por asalto el cuartel militar del pueblo de Madera, en las faldas de la Sierra Madre Tarahumara, en el estado de Chihuahua. De los atacantes, cayeron en combate Arturo Gámiz, Pablo Ramírez, Oscar Sandoval, Emilio Gámiz, Miguel Quiñones, Rafael Martínez, Salomón Gaytán y Antonio Scobell, así como siete militares. Los cinco guerrilleros sobrevivientes se reintegraron a actividades clandestinas. Todos ellos tenían eran estudiantes y maestros entre 17 y 25 años de edad, excepto Gómez de 35. Los cadáveres de los guerrilleros fueron profanados y exhibidos públicamente, para después ser enterrados en una fosa común, por órdenes del gobernador Práxedis Giner Durán, quien pronunció la frase célebre: “Querían tierra? Pues denles tierra hasta que se harten!”. Al día siguiente decenas de personas fueron detenidas y un civil fue asesinado. El presidente Gustavo Díaz Ordaz ordenó un despliegue extraordinario de fuerzas terrestres y aéreas para acabar con lo que quedaba del GPG en la sierra. Sin embargo, también decretó el reparto de tierras entre los campesinos de la región, que era una demanda por la que los movimientos sociales habían peleado por años. Se considera que este episodio marcó el nacimiento de la izquierda armada socialista en México, así como el inicio de la guerra sucia, una guerra tan secreta que fue exitosamente ocultada por el gobierno y los medios durante décadas. La memoria del periodo comenzó a ser rescatada y reivindicada a partir del año 2000, tras el fin de setenta años de gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI). En estos días los guerrilleros de Madera ya no son vistos como gavilleros y terroristas, como los calificaba la prensa de la época, sino como luchadores sociales que acudieron a un método de lucha que era legítimo en sus circunstancias. En el congreso del estado de Chihuahua se inscribirá con letras de oro: “Mártires de Madera de 1965”. Decenas de libros, artículos, documentales y una película rememoran esta gesta. La conmemoración del 50 aniversario del asalto al cuartel Madera suscitó una cascada de actividades y eventos sin precedentes. En la obra plástica alusiva, hay dos leyendas que se repiten: “ellos sabían por qué” y “Septiembre estaba en flor... ¡y ellos morían!”.
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El 26 de septiembre de 2014 un grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa concluyeron una actividad en la ciudad de Iguala y tomaron unos autobuses para regresar a su escuela, cuando fueron baleados por la policía. En el transcurso de la noche, tres estudiantes y tres peatones fueron asesinados, 40 personas fueron heridas y 43 estudiantes fueron detenidos-desaparecidos. Al día siguiente el cadáver torturado de uno de los estudiantes, Julio César Mondragón Fontes, fue arrojado a la vía pública, sin rostro y sin ojos. Los estudiantes tenían entre 18 y 25 años de edad. Las versiones iniciales de los hechos provocaron confusión y especulaciones. Todo parece indicar que el ataque fue un esfuerzo concertado entre el alcalde de Iguala José Luis Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda, las policías municipal y federal, el cártel de Guerreros Unidos, y el 57avo batallón de infantería del ejército mexicano.  El gobierno de Guerrero y el gobierno federal llevaron a cabo investigaciones tendenciosas que apuntaban al objetivo de ocultar la intervención del ejército. La versión oficial es que el cártel de Guerreros Unidos incineró a los estudiantes en el basurero de Cocula, Guerrero y recogió las cenizas para triturarlas y arrojarlas en bolsas de plástico al río San Juan. Los restos recuperados se encontraban en un estado que hacia imposible su identificación genética, y sólo el perfil genético del desaparecido Alexander Venancio pudo ser debidamente verificado. A partir de la búsqueda de los 43, decenas de fosas con cadáveres incinerados o en alto grado de descomposición han sido encontradas en el área, pero ninguna corresponde a los restos de los normalistas. La investigación oficial fue desestimada en fechas recientes por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.  Ellos sugieren una hipótesis alternativa: que uno de los camiones tomados transportaba estupefacientes o dinero y que esto provocó la movilización de la fuerza pública coludida con los cárteles de la región. En otras palabras, el aparato del narcoestado actuó en su totalidad para defender sus mercancías/ganancias. A la fecha, no tenemos ninguna certeza de lo que ocurrió con los estudiantes desaparecidos, pero en la memoria pública no están vivos ni muertos. El movimiento por la verdad y la justicia se mantiene en pie de lucha. De los más de 150 mil muertos y desaparecidos mexicanos que ha provocado la narcoguerra que inició en el 2006, los 43 desaparecidos y los seis asesinados han sido los únicos que han logrado conmover a la opinión pública nacional e internacional. Una vez más el gobierno mexicano mata a sus jóvenes, a sus estudiantes. “Septiembre estaba en flor... ¡y ellos morían!”.

1 comentario:

Elvia Jiménez de Sáenz dijo...

Muy interesante tu análisis y la relación que hiciste de los meses de septiembre de diferentes siglos y diferentes épocas de la historia de México. Estos tipos de análisis concretos, sin palabras rebuscadas harán comprender mejor los sucesos importantes y sus circunstancias internas y externas de un momento histórico (económico- político militar y social); un trabajo de investigación que los historiadores saben describir.

Conocer el por qué de una derrota o de un triunfo en el camino histórico de un pueblo nos abre la posibilidad mínima de menos tropiezos en nuestra vida. Saber escoger el camino.

Adela, has sabido usar los avances tecnológicos de comunicación rápida como el internet que nos permite conocer tu trabajo, en un planeta donde la turbulencia de noticias falsas es una constante, muy difícil de separar de lo importante y trascendental. La desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa es un acontecimiento que define al gobierno de Enrique Peña Nieto, que como todos los gobiernos desatendidos de lo social, autoritarios, corruptos y despilfarradores no tienen derecho a gobernar.