jueves, 25 de septiembre de 2008

Francisco Paredes Ruiz

Hoy se cumple un año de la desaparición del ex-guerrillero del MAR y activista Francisco Paredes Ruiz. Como ocurría frecuentemente en el pasado, un velo de misterio e incertidumbre cubre su secuestro.
A diferencia de todos los desaparecidos por cuya presentación lucho, a Francisco sí lo conocí, puesto que participamos en la caravana conmemorativa del asalto al cuartel Madera, el 23 de septiembre del 2007. Al regresar a su casa, en Morelia, Michoacán, Pancho fue "levantado" y hasta la fecha no se ha vuelto a tener noticia de él.
No cabe duda de que el Estado mexicano no nos permite mirar con lejanía el pasado, por el contrario, nos obliga a percatarnos de lo poco que ha cambiado, pese a todo....
Reproduzco a continuación el comunicado emitido por Janahuy Paredes, hija de Pancho:
A un año de la desaparición de José Francisco Paredes Ruiz

Este 26 de septiembre se cumple un año de la desaparición de mi padre Francisco Paredes Ruiz; un año más de impunidad, un año de incertidumbre, de angustia y de coraje para nosotros como familiares y amigos, un año en el que hemos exigido y luchado por su presentación con vida, año en el que una vez mas el gobierno federal muestra su cara cínica con una burla, al no aceptar la desaparición de mi padre como desaparición forzada lo cual ha llevado desde un principio a que el caso no lo tomen en serio y las investigaciones las lleven por líneas absurdas y tontas con su supuesto y viejo propósito de crearnos el desgaste moral.
Recordando que México ha firmado y ratificado acuerdos internacionales sobre desaparición forzada de personas, y a más de 6 años que existe en el estado una iniciativa sobre la ley de desaparición forzada de personas que prohíbe, erradica y sanciona este crimen de lesa humanidad, ha quedado en el olvido.

Este 26 de septiembre estaremos una vez mas en pie de lucha por la exigencia de la presentación con vida de mi padre Francisco Paredes Ruiz, luchador social quien dedicaba su vida a la defensa de las derechos humanos, y era antes de su desaparición, integrante de la Fundación Diego Lucero A.C., que promueve y defiende los derechos humanos.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) organismo que existe para evitar las violaciones a los derechos humanos, ha mostrado su incompetencia en el caso de mi padre Francisco Paredes Ruiz.

Hoy por el clima que se vive en este estado de Michoacán, de terror y miedo por las detonaciones del 15 de septiembre en donde murieron personas inocentes y muchas resultaron heridas, estamos consternados por estos atropellos de este gobierno incompetente hacia nuestro pueblo: desapareciendo, masacrando y encarcelando a gente inocente.

Como familiares y víctimas de este sistema hacemos la invitación a toda la sociedad civil para que juntos protestemos y rompamos con el cerco de la inseguridad que vivimos en estos momentos en nuestro estado, en donde el gobierno tanto federal como estatal no nos garantizan nuestra seguridad como lo deben de hacer, si no que nos militarizan las calles, y lo único que han hecho es violar día a día nuestros derechos constitucionales, abusando de la población michoacana con su supuesto “Golpe al narcotráfico”
Por eso hoy les pedimos que en cualquier lugar donde quiera que se encuentren den su solidaridad hacia nosotros: pronunciándose por la presentación con vida de mi papá y de todos los desaparecidos, hagamos una unidad por la vida, por la paz, la justicia y sobre todo por nuestra libertad, independientemente de la forma de lucha que llevemos y como la llevemos siempre y cuando sea por una causa justa.

¡Vivos se los llevaron vivos los queremos!

¡Presentación con vida de Francisco Paredes Ruiz, Edmundo Reyes Amaya, Gabriel Alberto Cruz Sánchez, Lauro Juárez, así como la de todos los desaparecidos del país!

¡Por la vida, libertad, la dignidad, la justicia y sobre todo por el amor, nunca más un desparecido!


Comité Nacional de familiares por la presentación
con vida de las y los desaparecidos
vivoslosqueremos@hotmail.com
044 44 31 72 81 82

domingo, 21 de septiembre de 2008

Bibliografía sobre la guerra sucia mexicana

BiblioEste 23 de septiembre de 2008 se cumplen cuarenta y tres años del asalto al cuartel de Madera, Chih. episodio que a nivel simbólico inauguró la lucha guerrillera socialista en México. En el combate perdieron la vida Arturo y Emilio Gámiz García, Pablo Gómez Ramírez, Salomón Gaytán Aguirre, Miguel Quiñones Pedroza, Antonio Scobell Gaytán, Oscar Sandoval Salinas y Rafael Martínez Valdivia. Todos ellos eran maestros normalistas, estudiantes o luchadores agraristas y no rebasaban los 23 años de edad, excepto el Dr. Pablo Gómez, que tenía 34. (Para mayor información consúltese: http://www.madera1965.com.mx/)
La historia del Grupo Popular Guerrillero que lidereaban A. Gámiz y Gómez, ha sido reivindicada incluso por los libros de texto oficiales del estado. Y es que, a diferencia de lo ocurrido con la mayoría de las experiencias insurgentes en la segunda mitad del siglo XX mexicano, en Chihuahua el levantamiento sí propició el tan largamente postergado reparto agrario, durante las postrimerías del sexenio de Gustavo Díaz Ordaz y en los inicios del de Luis Echeverría. Este acontecimiento consolidaría una visión positiva sobre la guerrilla a nivel regional.
Los epígonos de los guerrilleros caídos fundaron dos nuevas organizaciones: el Movimiento 23 de Septiembre, de corte urbano, y el Grupo Popular Guerrillero "Arturo Gámiz" asentado, de nueva cuenta, en la sierra. Este mes se cumplieron también cuarenta años de que el comando dirigido por Oscar González Eguiarte fuera exterminado en su totalidad, a través de un amplio operativo contrainsurgente en la sierra de Sonora y Chihuahua. Los últimos días de agosto y los primeros de septiembre de 1968 fueron ejecutados o muertos en combate: Carlos David Armendáriz Ponce, José Luis Guzmán Villa, Arturo Barboa Estrada, Juan Antonio Gaytán Aguirre, Guadalupe Scobell Gaytán y el propio González Eguiarte. (Véase http://www.proceso.com.mx/noticias_articulo.php?articulo=62188 y http://enlacesocialista.org.mx/articulo-como-murieron-en-tesopaco.html)
Hace cinco años, un azar afortunado me llevó a conocer la tumba de todos esos jóvenes, en Madera, Chih. y Tesopaco, Son. Al descubrir con inmenso pasmo cuánto habían hecho con tan pocos años de vida, sentí que no debía hacer menos que contribuir a dimensionar con justeza su papel en la historia, a contrapelo de la historiografía oficial y de las modas académicas que dominan a las universidades nacionales. El trabajo no ha sido fácil, no tanto por los obstáculos inherentes a cualquier tipo de investigación sobre la actuación clandestina del Estado y la oposición armada, como por la vigencia del problema. Claramente podemos advertir que del ejemplo del GPG y de otras organizaciones armadas de la década de los sesenta surgió un tipo especial de lucha política violenta que ha marcado al país en diferentes etapas de la segunda mitad del siglo XX, pero no podemos señalar con la misma certeza su fecha de conclusión, ya que los ciclos de recurrencia y latencia del movimiento armado todavía no se han agotado. Así, el rescate de la memoria del guerrillerismo mexicano necesariamente se desenvuelve en las condiciones más adversas.
Presento aquí una parte de la bibliografía que he reunido con una gran dosis de paciencia a lo largo de cinco años, con la esperanza de que sea de utilidad para quienes venturosamente se adentran al estudio de este complejo y apasionante fenómeno.
El movimiento armado y la guerra sucia mexicana
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miércoles, 17 de septiembre de 2008

Convocatoria de Calibre 68 II


CONVOCA a todos los escritores, poetas e interesados en conmemorar el 40 aniversario de los acontecimientos del 2 de Octubre de 1968 en Tlatelolco, a participar escribiendo un texto alusivo al tema. La composición –epigrama, poema, etc– deberá contener 40 palabras y se entregará hasta el día 25 de septiembre como fecha límite. Las textos recibidos se integrarán como textos de sala de la exposición programada el día 3 de Octubre de 2008 en la Galería de Radio UNAM.
Para recepción de trabajos y para mayor información escribir a la siguiente dirección de correo: klibre68@gmail.com

lunes, 15 de septiembre de 2008

Convocatoria de Calibre 68


CALIBRE 68: convocatoria
CONVOCA a todos los artistas plásticos, escultores, graffiteros, grabadores y a todos aquellos interesados a realizar una obra alusiva al 40 aniversario de los acontecimientos del 2 de Octubre de 1968 en Tlatelolco. Las obras son libres de técnica, ya sea cartel, escultura, graffitti, pintura, etc. y serán expuestas en el mural colectivo ubicado en la siguiente dirección: http://www.flickr.com/groups/calibre68 * para su posterior exhibición el día 3 de octubre en la galería de Radio UNAM, como parte de las actividades que esta institución desarrolla en torno a esta fecha.**Esta convocatoria queda abierta a partir de la fecha de su publicación y quedará cerrada el día 20 de septiembre del año en curso. Para más información escribir al siguiente e-mail: klibre68@gmail.com* En caso de contar el participante con una cuenta Flickr podrá subir sus imágenes por sí mismo o bien, enviarlas a la dirección de correo mencionada.** Las piezas serán solicitadas en formato digital para su exhibición en galería, tamaño tabloide en alta resolución (300dpi) para fotografía y carteles deberán ser en los tamaños 40 cms x 60 cms a la misma resolución. En caso de desear el participante exhibir una pieza en particular, una pintura en físico, deberá apegarse a los lineamientos citados.

Cuarenta años desapareciendo gente

El próximo aniversario del movimiento estudiantil de 1968 y su sangriento desenlace nos obliga a recordar que el Estado mexicano cumple también cuarenta años de haber instrumentado uno de los delitos más complejos de los que se tenga conocimiento, el cual ha sido bautizado por el derecho internacional humanitario con el confuso y nada expresivo término de "desaparición forzada de personas" (¡como si una desaparición pudiese ser voluntaria!). Este crimen, propio de los regímenes que ejercen el terror estatal, vulnera todos y cada uno de los derechos de la víctima y por lo general se acompaña de otros delitos no menores, como la tortura y la ejecución extrajudicial. En otras palabras, es la manera más radical en la que se puede destruir a un ser humano, pues no sólo se le despoja de su derecho a vivir, sino también a morir, ya que cancela la posibilidad de la sepultura, que es uno de los rituales sagrados más importantes que han compartido todas las civilizaciones desde la antigüedad.

En México existen más de mil detenidos-desaparecidos por razones políticas y quizá no menos de ocho mil a causa de la guerra contra el narcotráfico. En este universo de casos, el común denominador es que todos los ciudadanos, inocentes o no, en lugar de ser sometidos al proceso penal correspondiente, han sido detenidos por agentes de alguna corporación policiaca o militar y hasta la fecha se ignora su paradero. Aunque los famosos "levantados" no entran en esta categoría, sino en la de privación ilegal de la libertad en la modalidad de plagio o secuestro (que es un delito cometido únicamente por particulares), el hecho de que el Estado no promueva la apertura y el desarrollo de averiguaciones previas -tratándose de delitos federales, que se persiguen de oficio- condena al desamparo jurídico a los ofendidos.

En este país, la desaparición forzada ha sido el crimen de Estado por antonomasia: no deja huellas ni testigos, está envuelta en un marasmo jurídico que favorece la impunidad y toda denuncia cae en un hoyo negro de irresponsabilidad institucional. Como política de Estado, ha resultado una forma tan infalible de deshacerse de los "enemigos internos" que se ha aplicado con singular recurrencia. Me atrevería a afirmar incluso que, en toda Iberoamérica, sólo en Colombia y México se ejerce la desaparición forzada, tanto por motivos políticos como por los asociados al narco. Por si fuera poco, a diferencia de lo ocurrido en países como Argentina y Chile, en los que hubo una reivindicación institucional y social del problema, los desaparecidos mexicanos y sus familias han sido objeto de una doble victimización: a través de la denegación total de justicia, por parte del Estado, y con un silencio impenetrable, de parte de la sociedad. La ecuación perfecta para abrir camino a la infamia.

Como lo han descrito los escasos especialistas en el tema, los efectos de la desaparición son expansivos. Se afecta no sólo a la víctima sino a todo su entorno, a manera de círculos concéntricos. La incertidumbre y el terror generados dentro de las redes sociales del desaparecido no tienen parangón. Aunque no cabe hablar sólo de efectos disuasivos, éstos resultan los más comunes para inhibir la participación ciudadana en los movimientos sociales. Cualquier luchador social ajeno por completo a la clase política, vive con el miedo permanente de ser detenido, torturado, asesinado o desaparecido.

Las primeras desapariciones forzadas se llevaron a cabo en el contexto de los movimientos campesino y estudiantil. Los registros más actualizados sobre los desaparecidos arrancan con el campesino Santiago García, oriundo de San Jerónimo de Juárez, Gro., miembro de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, detenido el primero de mayo de 1968. Desafortunadamente no se conocen muchos casos específicos pertenecientes a ese año, pero el conjunto de pruebas reunidas conduce a sostener, con muy pocas dudas de por medio, que en 1968 la desaparición forzada se convirtió en la política de Estado que definiría el carácter de la llamada "guerra sucia".

Tengo la suerte de pertenecer a una generación de jóvenes interesados en el rescate de la memoria de dicha guerra. En un día como hoy (en el que se conmemora el inicio de la gesta independentista de los insurgentes del siglo XIX), ratifico la sensación de que, el estudio del exterminio de los insurgentes de la segunda mitad del siglo XX, ha diluido por completo mis resabios nacionalistas. Me siento realmente avergonzada de vivir en un lugar en el que mientras más grande es la atrocidad, mayor es el silencio y la complicidad social que concita. ¿Qué tiene que ver este recién descubierto país con lo que se me enseñó desde la primaria hasta la licenciatura en Historia?

Cuando me adentré en el estudio del movimiento armado socialista, consideraba que aquellas cifras abstractas de desaparecidos no pasaban de ser indicadores de la descomposición del sistema político mexicano. No tenía la menor idea de la tragedia colectiva que envuelve a las miles de familias que han sido víctimas de esta forma de tortura continuada, como tampoco la tienen el grueso de mis compatriotas, envueltos como están en dinámicas de evasión que les permitan escapar ilusoriamente de la grotesca realidad nacional.
Adolescentes y jóvenes torturados hasta lo imposible, bebés quemados con picana, niñas violadas, campesinos y guerrilleros tirados al mar desde aviones, a lo largo de ¿diez? ¿quince? ¿veinte años? ¿Dónde? ¿Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Venezuela, Brasil, Perú, Colombia, Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay? Sí, seguramente, pero ¿por qué en los recuentos no empezamos, en estricto orden geográfico, por México? Aquí no hubo menos desaparecidos que en Chile durante la era pinochetista, con la diferencia de que el nuestro era un régimen "democrático", había elecciones y hasta un multipartidismo disimulado.... ¿Por qué entonces el Estado mexicano ha procedido como un vulgar Estado totalitario, matando y desapareciendo a luchadores sociales? Tenemos dos posibles respuestas a esta interrogante: o los desaparecidos no existen, como lo proclama el gobierno actual a los cuatro vientos, o la democracia no existe, puesto que no es posible una democracia con ciudadanos desaparecidos.
Sabedora de que vivimos inmersos en la locura del solipsismo mediático (si no pasa por televisión ergo no existe), lamento no tener más pruebas fehacientes de la existencia de los desaparecidos que las memorias y el dolor infinito y desgarrador de sus madres, esposas, hijos y amigos. En los sesenta y setenta, cuando cientos de hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, fueron detenidos-desaparecidos, el gobierno se propuso que no quedara nada de ellos: sustrajo sus fotos, sus documentos oficiales, sus propiedades y ¡todo! lo que pudiera dar cuenta de su existencia. Poco, casi nada se ha logrado rescatar. En algunos casos ni siquiera el nombre...

Adicionalmente, a diferencia de otros lugares en los que se han puesto en marcha políticas de "justicia transicional", en México nadie habla de los desaparecidos más allá de los pequeñísimos círculos de organizaciones de familiares y exguerrilleros, que tan bien se conocen los rostros. Hasta ahora el gobierno ha triunfado: los desaparecidos han sido también sustraídos de la memoria colectiva. Creo que por eso me empecino en recordarlos todos los días. Tengo un avión Aravá a escala en la sala de mi casa, para no olvidar ni por un instante qué clase de país es este. Y cuando lo miro, no puedo evitar preguntarme: ¿quiénes? ¿cuántos? ¿por qué? Ojalá sólo fuera una cuestión de horror moral ante la barbarie, o el desmoronamiento de mi convicción de compartir una identidad nacional con una comunidad imaginaria, pero es algo tan grande que no lo puedo describir. Lo sentí desde la primera vez que, en busca de datos biográficos sobre un guerrillero, toqué a la puerta de una casa y, al explicar a la atribulada madre mi objetivo, me preguntó con la voz entrecortada: "¿tú sabes dónde está mi hijo?". Esta pregunta, repetida durante décadas por miles de voces a lo largo de América Latina, me impulsa poderosamente a buscar una respuesta.
Por otro lado, pienso conectivamente en todos los miles de "desechos humanos" que año con año van a dar a las fosas comunes, sin que nadie se tome la molestia de averiguar su procedencia. En contraste, treinta o cuarenta años después, los familiares, amigos y vecinos de los desaparecidos siguen interrogándose por su paradero. Puedo certificar que los desaparecidos fueron y siguen siendo personas muy, muy amadas, y que los suyos no han renunciado a encontrarlos. Su sentido de dignidad es una lección que no debiera pasar inadvertida a los predicadores del nihilismo. Donde la gente es capaz de amar de esa manera, puede florecer la esperanza.

A la fecha, sigo sin encontrar a los desaparecidos, pero el tamaño de la incertidumbre me ha hecho perder toda inocencia o ingenuidad acerca de la naturaleza de los sistemas políticos, ya sean autoritarios o pretendidamente democráticos. Un Estado cualquiera arrasará con todo aquello que interfiera en la consecución de fines unilateralmente establecidos.
En lo personal, en el sacrificio de toda una generación que dio su vida para cambiar el mundo, y en la lucha tenaz de las víctimas contra el terror institucionalizado, he encontrado razones de peso para restituir mi confianza en el género humano, tan resquebrajada por la abundancia de "individuos" como Luis Echeverría, Mario Moya, Fernando Gutiérrez Barrios, Luis de la Barreda, Miguel Nazar, Hermenegildo Cuenca, Francisco Quirós Hermosillo, Mario Acosta Chaparro, similares y conexos, en México y el mundo. No importa cuánto nos puedan sorprender con sus innovaciones en la tecnología del exterminio, mientras haya hombres y mujeres dispuestos a resistir la cotidianidad de la barbarie.

Considero que reivindicar la memoria de la "guerra sucia" en general y la de los desaparecidos en particular no es un mero ejercicio nostálgico u ocioso, es en última instancia un problema de definición existencial que nos permite responder a las preguntas: ¿qué hemos sido? ¿cómo queremos ser? Tengo la profundísima convicción de que los desaparecidos y los asesinados por razones políticas le hicieron falta no sólo a sus padres, esposos e hijos, nos hicieron mucha, mucha falta a todos para construir un mejor país. O por lo menos, uno en el que haya igualdad de oportunidades para todos, la rapiña de las elites sea sujeta a regulación social, el Estado no renuncie a patrocinar el bienestar común, el narcotráfico no sea simultáneamente promovido y combatido por las instituciones y los políticos, policías y militares que cometieron crímenes contra la humanidad no se paseen impunemente por México y el mundo, recibiendo condecoraciones y reconocimientos a su trayectoria. Creo que con eso me conformaría. Claro, también con que no tuviéramos que volver a poner a un ciudadano en un censo o estadística sobre desaparecidos, ni a llevar recuentos macabros sobre las décadas en que hemos permitido que se vulnere flagrantemente la dignidad humana.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008

"Guerras sucias" de ayer y hoy

Andrés Rivera, en su novela El farmer, ponía en boca de Juan Manuel de Rosas una frase que cobraría gran celebridad: “Demoré una vida en reconocer la más simple y pura de las verdades patrióticas: quien gobierne podrá contar, siempre, con la cobardía incondicional de los argentinos”. Uno se siente tentado a pensar que ocurre lo mismo en el suelo propio pero, en el caso de México, cuya historia está atravesada por incontables revueltas, rebeliones, insurrecciones y revoluciones, a las que se adiciona un mosaico monumental de movimientos sociales, los gobernantes pueden contar no con la cobardía, sino con la desmemoria incondicional de los mexicanos.
El ciudadano promedio, las organizaciones de la sociedad civil, la izquierda toda, han perdido casi por completo los referentes históricos de la actuación de sus antepasados en épocas de crisis, cambio o guerra. La cultura de la memoria (aun la de aquellos soporíferos héroes de bronce escindidos de su verdadera dimensión histórica) ha sido arrollada por una cultura mediática basada en acontecimientos efímeros, discursos desechables y preocupaciones instantáneas. Ahora más que nunca, lo único permanente es el cambio.
Quienes nos obstinamos a asumir la ruptura epistemológica de la posmodernidad como algo dado e inevitalbe, nos empeñamos en cargar las piedras de Sísifo hasta el pináculo de la memoria colectiva, convencidos (más por romanticismo que por sustento empírico) de que algún día éstas serán tantas que llegarán al mismo nivel de la cima.
En mi caso, las piedras que he decidido cargar son las de la memoria de una etapa de la historia de México conocida como la "guerra sucia". A diferencia de otros países que vivieron transiciones democráticas, en México el fin de la dictadura de partido no implicó la construcción de una política para recuperar la historia y la memoria de décadas ensangrentadas por la feroz represión contra los opositores políticos, mucho menos para castigar a los criminales de lesa humanidad. Por el contrario, hubo una simulación de grandes proporciones denominada Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), cuya finalidad exclusiva era aparentar ante organismos internacionales de Derechos Humanos que el gobierno de cuño panista cumpliría compromismos en materia de justicia transicional.
El simulacro resultaba demasiado costoso para el gobierno, así que la FEMOSPP fue cerrada sin resolver uno solo de los más de mil casos que fueron denunciados. Centenares de averiguaciones previas duermen hoy en inactividad procesal en una oficina gris de la Procuraduría General de la República (la desconocida Coordinación de Investigación General) . Las expectativas de justicia de las víctimas de la guerra fueron burladas de nueva cuenta, como lo han sido tantas otras veces a lo largo de cuarenta años.
Quien se adentre a conocer a fondo las desventuras de los familiares de los miles de ciudadanos torturados, asesinados y desaparecidos a lo largo de esas cuatro décadas infames, conocerá íntimamente al monstruo de perversión judicial que habita en las entrañas de las instituciones de procuración de justicia de la república.
No es nada nuevo, el terror selectivo ha sido inherente a la conformación del sistema político mexicano. Bien lo saben las comunidades indígenas y campesinas en resistencia y las organizaciones de la izquierda independiente. Estos sectores -invisibilizados sempiternamente por académicos, periodistas y analistas obcecados, que enfocan su estrecha mirada en la brillante cúpula del sistema político-, no viven en el México del pluripartidismo, la democracia, el imperio de la ley, la transparencia de las instituciones o entelequias similares. No, el país que habitan es uno en que la ley es letra muerta, las garantías individuales no existen, hay un estado de excepción en el que basta la sospecha o la acusación de "subversión" para que el ejército proceda a actuar como si fuera una fuerza de ocupación interna, dispuesta a poner en práctica los manuales de la GBI (las cañadas de la Lacandonia en Chiapas, la región de los Loxichas en Oaxaca, la sierra de Zongolica, Veracruz, la sierra de Atoyac y la región de La Montaña, en Guerrero, son los mejores ejemplos al respecto).
En este México sumergido se producen secuestros, ejecuciones, desapariciones, violaciones y torturas con pasmosa regularidad. Hablo de lo que atañe a la lucha contra la izquierda y los movimientos sociales radicales, la guerra del narco (léase del narco-Estado contra cárteles rivales), es aun mucho peor. Va más allá de la impunidad rutinaria o el desamparo ante la ley, al que estamos tan acostumbrados los mexicanos. El problema de fondo es que, tras el avasallante despliegue militar para combatir al narcotráfico y la insurgencia armada, se oculta la inmensa debilidad del Estado, su pérdida de control sobre vastos territorios y la desciudadanización de grandes sectores de la población, que ya no están dispuestos a jugar las reglas del juego. Mientras las elites consolidan su poder económico y político, los cimientos de la nación se desbaratan, el mítico pacto social se disuelve y, quienes conservan su ciudadanía, o bien ignoran sus derechos y obligaciones, o los ejercen tenuemente.
Este complejo panorama puede rebasar el entendimiento, más, al estudiar la "guerra sucia", se pueden advertir nítidamente las líneas de continuidad entre la contrainsurgencia de las décadas de los sesenta y setenta y la guerra de baja intensidad de los noventa y presente, así como las estrechas conexiones entre el sector contrainsurgente del ejército y el servicio secreto (antigua DFS, hoy CISEN) y la expansión de las redes del narcotráfico.
En la historia nada es espontáneo. La actual agonía de la izquierda no sólo es producto de la orfandad ideológica que trajo consigo la caída del bloque soviético, o de la carencia de una sólida plataforma político-ideológica por parte de los partidos que se ostentan como de izquierda. Se debe tomar en cuenta, como algo no menor, el exterminio de los dirigentes izquierdistas durante la "guerra sucia", así como su asesinato recurrente en décadas posteriores. Cientos de cuadros de primer nivel han sido suprimidos en medio de un silencio estridente y de una asfixiante impunidad. Muchos de ellos fueron arrojados al mar desde los mismos famosos aviones Aravá que usaba el sector contrainsurgente del ejército para transportar droga.
Hoy una parte de la sociedad desarraigada vive del crimen organizado, la otra vive aterrada por él. ¿Será importante recordar que los primeros expertos en el oficio del secuestro fueron los agentes de la DFS? Un estudio sobre las bandas de secuestradores que han asolado al país mostraría contundentemente que la mayoría ha sido patrocinada, entrenada o alimentada por expolicías o exmilitares (o incluso, personal en activo). Miguel Nazar Haro, el célebre torturador y genocida de la "guerra sucia", tendría mucho que explicar al respecto, aunque ahora dirija empresas de seguridad privada.
Del mismo modo, el narcotráfico, como negocio a gran escala, es hijo de esas beneméritas corporaciones policiacas y militares. ¿Es normal acaso que los encargados de proteger a la sociedad se hayan convertido en sus peores enemigos?
Aquí es donde las voces sumergidas del México subterráneo tienen mucho que decirnos. Que nadie sea llamado a sorpresa: el Estado mexicano tortura, mata y desaparece impunemente, esas prácticas han sido inherentes a su funcionamiento. El problema es que, lo que antes sólo se hacía contra opositores bien focalizados, ahora se hace contra las bases sociales del narcotráfico, que se encuetran a lo largo y ancho de la república. No me pregunten por qué el Estado que por décadas procreó y solapó el sucio negocio del tráfico de estupefacientes y lo dejó crecer hasta adquirir proporciones titánicas ahora libra una guerra contra el narco, aunque se me ocurre que las corporaciones policiacas y militares trabajan para distintos cárteles y eso dificulta que haya un mando unificado que las obligue a luchar por un objetivo común.... Pero si es verdad que se está diluyendo la autoridad del Estado sobre sus propios instrumentos coercitivos, ¿qué falta ya para proclamar que hemos regresado al "estado natural" que setenciaban los jusnaturalistas?
Anteponiendo la espectacularidad a la eficacia, mes con mes se captura a algunos líderes mafiosos, pero la cifra de decapitados, "levantados" y asesinados crece exponencialmente. Nada que pueda preocupar a los verdaderos dueños del negocio: por cortesía del modelo neoliberal, pueden garantizar que miles de mexicanos seguirán ingresando a las filas del narcotráfico, el hampa y la economía informal. En un país sin empleo, ha quedado plenamente demostrado que las formas ilegales de ganarse la vida son más rentables, aunque menos seguras.
Tras varios años de estudiar la "guerra sucia" del pasado, pude configurar una visión de la historia contemporánea de México desde las cloacas del régimen. No tengo palabras para describir el horror y la decepción a que me condujeron mis hallazgos. No creí que en mi contexto actual viviría para ser testigo de una guerra más pública, más sangrienta y de costos sociales más elevados, ni pensé que la estulticia de los gobernantes llegara a reproducir las fórmulas caducas de antaño, como buscar salidas de fuerza a los problemas sociales. No debería sorprenderme. El Estado mexicano hace lo que por tradición sabe: tortura, mata, desaparece. La sociedad mexicana acude también al mismo procedimiento: calla, voltea la mirada, se encierra en si misma, se niega a recordar, se queja sin actuar o se deja manipular por fuerzas "oscuras" que piden más mano dura. Sé que esta historia recurrente no tendrá un final feliz, pero nadie puede predecir hasta qué nivel de degradación institucional y desgarramiento social debamos llegar para abandonar la inercia y la pasividad. Mientras, nuestros gobernantes podrán seguir contando con la amnesia incondicional de los mexicanos.